
Me llamo Pedro, pero nadie me conoce como tal. Soy, simplemente, el sereno del Circo Marisco, que queda dentro de la iglesia de Lujan.
Nací en el hospital de la vuelta de mi casa porque mi madre, Lola Cep, rompió bolsa y estaba muy apurada por dar a luz. Ella era ama de casa y murió en el trabajo de parto. Mi padre, Carolo Casino, era el sereno del circo, por eso cuando falleció, yo lo sucedí.
Un día común en mi vida es igual a todos los demás días, llevo una vida muy monótoma. Me levanto y mientras tomo un mate, limpio y preparo todo para la función del día. Cuando empieza el show me voy a dormir así estoy despavilado para la noche, cuando tengo que quedarme despierto a cuidar del lugar. Mis días son muy tristes y solitarios, por eso el mejor momento que pasé aca fue cuando se escapó el león y tuve que buscarlo. Eso salió de mi cotideanidad. El peor, fue cuando no hubo función y no tuve lo que hacer en toda la mañana.
Con los artistas del circo me siento cómodo, me tratan bien, aunque la mayoría de los días no me notan y pasan por al lado mío muy indiferentes. Lo que sí, mataría al domador de tigres porque les pega mucho y a la noche los tengo que curar y mimar.
Hoy no puedo dejar de limpiar el cañón del hombre-bala y bañar al elefante, pero no voy a barrer las butacas en todo el día.
Mi vejéz me la imagino igual que ahora, solo y cuidando del circo. Mi muerte, será el momento en el que el lugar cierre. Aca, tengo todo.